En la llanura parda y polvorienta
que el extremeño fiero sol calcina,
un muchacho, a la sombra de una encina,
una piara de puercos apacienta,
pensando en Ultramar. No se comenta
otra cosa el la aldea campesina:
!Las Indias¡. Una tierra peregrina,
novísima, feraz, verde, opulenta.
Y fija la mirada en Occidente,
que invita a la conquista, y la aventura
ilumina su cara , aún inocente,
un sueño de poder, oro y ventura
en el distante edén, tan diferente
de su triste, su parca Extemadura.
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