martes, 29 de marzo de 2011

El verdugo

El hombre que pulsó el botón preciso
que en la silla fatal al reo abrasa,
después de su trabajo, vuelve a casa,
que no es mansión sino modesto piso.
Hace una tierna carantoña al niño,
 da a su mujer el consabido beso;
pregunta ella: "¿cómo ha ido eso?"
responde él:" sin novedad, cariño".
Sentados a comer, la esposa espía
furtivamente, el varonil semblante,
rastreando un pesar, una sombría
rememoranza del atroz instante;
sólo ve frialdad: nadie diría
que acaba de matar a un semejante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario