Un celemín de huesos correosos,
su menuda figura se adivina;
entre mozos y toros espantosos,
entre mozos y toros espantosos,
en la bárbara fiesta matutina;
flaco como un faquir, como una espina,
flaco como un faquir, como una espina,
corre desde el 14, aún mocoso:
tres veces le salvó la medicina:
tres cicatrices mostrará orgulloso.
A sus setenta años ! quién lo dijera¡,
sigue corriendo igual que el primer día,
pegado a los bigotes de la fiera:
y su mayor satisfacción sería,
-hace esta confesión que da dentera-
" morir en el Encierro", echo sangría.
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