En diez mil pieles de buey
dicen fue escrito el AVESTA,
una hecatombe fue ésta
con todas las de la ley.
El macedónico rey,
en poco helénico gesto
y adelantándose en esto
a la Inquisición artera,
echó el Avesta a la hoguera,
sin leerlo, por supuesto.
Pero aunque la letra arde,
nunca arde la memoria
y de aquella pira ustoria
surgió seis siglos más tarde,
Zaratrusta, que dios guarde,
del Zend Avesta escribano,
que, imitando al dios cristiano,
glorioso resucitó
y su mensaje llegó
hasta el tiempo nietscheano.
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