De su depravación de libertino,
que como su saber hará leyenda,
Ambrosio lo sacó a la buena senda,
lo tiró del caballo damasquino.
Caída al fin de Manes y Plotino,
su juvenil, su cegadora venda,
emprenderá descomunal contienda
por comprender al Dios que Hombre devino.
Con la misma pasión y bizarría
que puso en el error y la poltrona,
explorará la arcana Teología,
sin dar ningún descanso a su neurona :
Estaba escrito : En el octavo día,
Dios dijo : " Hagamos a Agustín de Hipona ".
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