Demóstenes, dechado de elocuencia,
fue, de mozo, irritante tartamudo,
mas de esa tara atroz librarse pudo
a base de tesón y de paciencia:
Una china en la boca se metía,
-para su voluntad un caramelo-
y así gritaba al mar y hablaba al cielo,
un día y otro día y otro día.
Como el jinete al potro va domando,
hasta ganar el lauro de la hípica,
Demóstenes la lengua fue amaestrando :
Merced a una terapia tan atípica,
Merced a una terapia tan atípica,
allá en el porvenir iba fraguando
el discurso inmortal de la Filípica.
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