miércoles, 19 de octubre de 2011

Al monte San Cristóbal.

Perdonas la atrevida carretera
que repta entre pinar y matorrales,
perdonas al motero de triales,
perdonas el vertido y la escombrera;
perdonas el fortín de tu cimera
orín hoy de efemérides marciales,
perdonas, aunque duela en tus canchales,
la vieja cicatriz de una cantera.
Perdonas la desidia y el olvido
en que inerme te ves, monte querido,
que el mapa de mi espíritu jalonas;
pero hay algo infamante y repulsivo
que tú -rayos y truenos- no perdonas:
es el Repetidor Televisivo.


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