A Zenón que, por negar,
negaba hasta el movimiento,
Diógenes, el harapiento,
no se dignó contestar,
sino, por todo argumento,
se levantó de su asiento
y comenzó a caminar.
Muchos Zenones hoy día
quizás te salgan al paso
con raras filosofías;
tú camina y no hagas caso.
se levantó de su asiento
y comenzó a caminar.
Muchos Zenones hoy día
quizás te salgan al paso
con raras filosofías;
tú camina y no hagas caso.
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