San Benito era un bendito,
todo él paciencia era;
jamás levantaba el grito
ni un mecachis tan siquiera;
el santo Job, todo un mito,
a su lado era una fiera.
Pero su aguante infinito
le falló y de qué manera,
cuando aquel santo bendito,
al flagelarse de veras,
en un descuido fortuito
se atizó en la cojonera.
El "cagüental " de Benito
se oyó en la abadía entera.
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