martes, 17 de enero de 2012

Mis cuatro caídas

Cuando ascendía al Calvario
tres veces se cayó Cristo:
la Cruz era muy pesada
para sus mermados bríos.
A lo largo de mi vida
cuatro veces yo he caído:
La primera fue en la mili-
ya ha pasado medio siglo-.
Al salir del barracón
resbalé en el suelo níveo
y en el trance me rompí
(o me disloqué) un tobillo;
en el suelo estuve un rato
!ay¡ !ay¡ !ay¡ pegando gritos,
mientras un brutal sargento
me zurraba de lo lindo:
"!Venga¡ !Levanta, hijo puta ¡
¿ a qué vienen tantos chillos"?
Menos mal que se acercó
un teniente compasivo
y ordenó que me llevaran
al Hospital, de seguido.
De mi segunda caída
guardo un recuerdo muy nítido.
Fue unos diez años más tarde,
cuando criaba cochinos.
En la pared de la zahúrda
estaba un día subido
cuando, yo no se porqué
!plaf¡ perdí el equilibrio
y caí, por mi desgracia,
donde estaban los gorrinos
dándome una costalada
que casi pierdo el sentido.
No podía levantarme
de maltrecho y malherido.
Los guarros, viendo a su alcance,
bocado tan exclusivo
empezaron a olisquearme;
pero entonces, a mis gritos,
mi hermano, que estaba cerca,
acudió presto en mi auxilio.
Si no es por él, me devoran.
! Puerca muerte habría sido¡ 
Cada vez que lo recuerdo
tirito de escalofrío.
Esta vez no hubo rotura
pero sí un susto infinito.
En mi tercera caída
-ya los sesenta cumplidos-
de lo alto de una escalera,
para atrás caí al vacío;
el salto no fue de record,
sólo dos metros y pico,
pero dada la postura,
según el médico dijo,
pude romperme la crisma
o la nuca, que es lo mismo,
la columna o la cadera
y quedarme paralítico.
Tan solo fue la muñeca
derecha, con la que escribo;
con la izquierda lo intenté
y los trazos era chinos.
Sólo cinco años más tarde
- así le plugo al destino-
caí yo por cuarta vez,
rompiendo el record de Cristo.
Era un día de Febrero,
soleado, calmo y limpio;
a eso de las diez y media
caminaba yo a buen ritmo
sin percatarme que el hielo,
cual traslúcido felino,
acechaba al viandante
agazapado en el piso.
Patiné, caí y grité
pero nadie fue a mi auxilio;
me levanté a duras penas
maldiciendo a todo Cristo.
Esta vez fue el codo izquierdo
el que sufrió el estropicio.
Estas son las cuatro caídas
que en mi vida he padecido
sin contar las tropecientas
que me caí de chiquillo.
Para evitar una quinta
fío en San Cayo bendito,
que cayó por un barranco
si sufrir ni un daño físico
y por eso fue nombrado 
el Patrón de los Caídos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario