No fue su haber de príncipe opulento
lo que cantó la lira agradecida,
ni el lujo y el boato de su vida
movió al cincel a alzarle monumento:
Fue su descomunal desprendimiento,
fue su munificencia desmedida,
su generosidad jamás batida
con el Cincel, la Lira y el Talento.
Por su apoyo a las mentes más inquietas,
su fértil promoción de los mejores,
por gustar más de estetas que de atletas
y vates preferir a gladiadores,
todavía hoy le cantan los poetas
y aún la Humanidad le rinde honores.
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