martes, 24 de enero de 2012

El cuervo


El cuervo es blanco fácil de la maledicencia,
pero él no engaña a nadie, como el palomo urbano,
que oculta sus maldades al ojo del humano,
tras níveo plumaje de hipócrita inocencia.
Arrambla y rapacea: esa inicua querencia,
 como es listo y astuto la aprende del aldeano;
es indómito y libre, no come de la mano:
no vende por alpiste su ruda independencia.
Desde los viejos tiempos, en fábula y apólogo
el rol se le atribuye de pícaro y de randa;
el vulgo lo desprecia, tal vez por ser su homólogo,
y al cura lo compara, sagaz casta vitanda.
A mí, que soy poeta con tintes de ornitólogo,
me va más cuervo duro que palomita blanda. 

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