miércoles, 11 de enero de 2012

Mi curriculillo

En un suburbio nací,
en el más sórdido orillo,
el año en que se sublevó
el Laureado Tempranillo.
Mis padres eran huertanos
y más pobres que los grillos;
último de siete hermanos;
en la escuela de chiquillo
lo primero que aprendí
fue quién era el Gran Caudillo.
Por milagro me libre 
de viruela y garrotillo;
quizá mi ángel de la guarda
me echaría un capotillo.
No probé nunca manjares
pasteles o solomillo,
pan blanco, sí el de la Hostia,
cuando entré de monaguillo.
A instancias de un tío fraile
que se hallaba en el exilio
capuchino me metieron
aunque era revoltosillo.
En el rígido colegio
leí a Horacio y a Virgilio,
cosas prácticas muy pocas
y Religión a porrillo.
Seis años y medio estuve
con tan cortos maestrillos
y al llegar la adolescencia
y con ella el "gusanillo" 
me echaron por criticón,
pero más, me da el tufillo,
por feúcho; mi perfil
no era un ángel de Murillo.
A la huerta regrese
-a la fuerza ahorcan, quillo-
a destripar los terrones
con la azada y con el trillo,
que tiraba un penco viejo
que se llamaba"Tordillo".
A la Mili me llamaron
y allí me rompí el tobillo
y pasé casi tres meses
sin apretar el gatillo.
Me libré en el campamento
de sudar el higadillo.
El día de la licencia
!cogorza como un castillo¡ 
Por consejo de un fulano,
rábula o abogadillo,
entré a estudiar periodista
tras superar un cursillo,
pero yo a la tal carrera
no le cogía el tranquillo
aunque a mí siempre las Letras
me han camelado un poquillo.
Las Cifras en cambio odié:
si a Pitágoras lo pillo
le pego yo un puntapié
que precisa cabestrillo.
Me apunté a la emigración
con otro de mi corrillo,
media España se iba a Europa
con su maleta o su hatillo.
Yo escogí Londres!oh¡, London
que me ofuscó con su brillo;
me pasó lo que le pasa
al paleto o al pardillo
que emigra un día a Madrid
de Pinto o Valdemorillo.
Pero allá y aquí la vida
era lo mismo; un rodillo
que tritura y apisona
al que es un marmolillo,
así que, para comer,
fregué platos a porrillo.
Tras dos años regresé,
"escurrío" cual palillo  
y con una pelambrera
que asustaba a los chiquillos.
Luego ya siendo treintón
me dio por criar cochinillos
y aunque parezca mentira
hice algunos ahorrillos.
Pero un día, aciaga día,
me tropecé con un pillo
que  en las máquinas de juego,
que suenan como organillos,
me hizo socio...Y por poco
me deja limpio el bolsillo.
Fue bien un bar que monté
-yo mismo me maravillo-
hasta que llegó la Droga
y forzado eché el pestillo.
Probé luego cerrajero
-sin saber qué era un librillo
pero no hice dinero-
ya lo dijo un maestrillo
 "quien no nace para Rico 
no pasa de Lazarillo".
Y aquí termina la historia
y con ella el estribillo
del que nunca llegó a nada
por ser noble y no ser pillo.


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