No es un divo, un atleta o un torero,
el que lleva hoy de calle al personal,
sino un simple, un sencillo cocinero,
el gallo de la audiencia nacional.
Es un tal Arguiñano "rico, rico",
un vasco campechano y cuarentón,
con su típico acento de Motrico
y su risa de niño grandullón.
Es el rey de la tele al mediodía,
como chef de probado pedigrí
por el gancho y la sana simpatía
que no tienen los líderes de aquí.
Desarrolla maestro sus recetas,
con tal gracia, frescura y sencillez,
que a las hembras las tiene majaretas
y encantadas de darle al almirez.
Es curioso que sea un "Arguiñano,
un vascón de la cofia a la raíz,
quien de España el sartén tenga en la mano
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