martes, 20 de diciembre de 2011

Virgilio

Virgilio, perfección de poesía,
movido por un ático prurito,
mandó que se quemara el manuscrito
de su Eneida inmortal, cuando moría:
No tenía otro ruego en su agonía:
" Quemadla", suplicaba a voz en grito:
perdurar no debía aquel escrito
que indigno de su péndula creía.
Sumisos a la voz de su maestro,
hicieron sus discípulos la pira
y quemaron... no el fruto de su estro,
sino el fruto ramplón de parva lira:
! Por una vez fue claro y no siniestro
el brillo del engaño y la mentira.

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